sábado, 15 de octubre de 2016

EL DILEMA DE LAS TAREAS ESCOLARES ( Adolfo Yarhi)

Recientemente fue publicada una noticia que indicaba que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proponía prohibir las tareas escolares en todo el mundo. La misma publicación cita al Dr. Harris Cooper, Profesor de Psicología y Neurociencias de la Universidad de Duke quien declaró no haber encontrado evidencia de que las tareas ayudaran a los niños a ser mejor estudiantes. Aunque esta noticia fue publicada en diversos periódicos en todo el mundo, no encontré su fuente original. No obstante, evidencié que muchos países en todo el mundo ya han tenido esta discusión desde hace años: en 1956 Francia prohibió por decreto que los colegios enviaran tareas escritas a casa; Bélgica regula las tareas escolares a través de diversos decretos desde el año 2001; el estado de California en Estados Unidos abolió las tareas para primaria en el 2009; en el año 2014 el consejo de la ciudad de Hallstahammar, en el centro de Suecia, discutía respecto a la eliminación de tareas escolares; este año el Ministerio de Educación de Chile ya pasó al Senado un proyecto de ley para que se eliminen las tareas y en Colombia ya han iniciado a tener discusiones en este respecto.
Desde finales de la década de los ‘80s del siglo pasado se han realizado estudios en diversos países para determinar el impacto de las tareas en el aprendizaje. Algunos estudios concluyen que alumnos que dedican una hora diaria a tareas escolares son mejores estudiantes que quienes dedican cuatro horas en casa a sus tareas.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), fundada en 1961 con sede en Francia y la cual aglutina a 34 países miembros, los estudiantes de 15 años dedican más tiempo a realizar sus tareas que a cualquier otra actividad relacionada con el aprendizaje. Un estudio que la OCDE realizó en el 2009 no encontró correlación entre el tiempo que los estudiantes dedican a las tareas escolares y sus resultados en pruebas estandarizadas. En Singapur, los estudiantes dedican unas 11 horas semanales a realizar tareas en casa, mientras que en Finlandia dedican menos de tres horas sin necesidad del apoyo de legislación alguna. Sin embargo, ambos países están entre las mejores posiciones a nivel mundial en las pruebas PISA.
Krista Kiuri – quien fue Ministra de educación de Finlandia el 2013-2015 y en cuyo país muchos estudiantes hablan tres o cuatro idiomas – dijo en una entrevista que los niños necesitan más tiempo para ser niños y disfrutar de la vida. Los educadores finlandeses creen que los niños tienen otras cosas importantes que hacer después de la escuela, como estar juntos o con sus familias, hacer deportes, escuchar música o leer. El director de una escuela en Finlandia dice que si los niños pasan el tiempo después de la escuela subiéndose a los árboles, posiblemente aprenderán respecto a los insectos que vean. Los maestros finlandeses creen que la escuela debe ser para que los niños encuentren lo que necesitan aprender para ser felices y por eso les enseñan a utilizar su cerebro de la mejor forma posible. Los niños desarrollan autonomía y aprenden a ser independientes. Les enseñan a pensar por sí mismos y a ser críticos de lo que aprenden. Aprenden a ser personas felices y a respetar a otros y a sí mismos. Los finlandeses saben que hay más en la vida que la escuela.
Pero ¿habrá realmente beneficios significativos en la eliminación de tareas? Algunos creen que las tareas contribuyen a que los alumnos se vuelvan haraganes y a obtener ayuda de sus padres para realizarlas y que en muchos casos, éstos terminan haciéndoselas. Algunas investigaciones demuestran que el estudiante que deja de hacer tarea en su casa recupera su alegría por el estudio y se transforma en una persona feliz. Del lado familiar, la ausencia de tareas dan oportunidad a los padres a conectarse más con sus hijos de una manera más significativa y a cuidar mejor los hábitos de alimentación y sueño. En hogares en donde los niños tienen la responsabilidad de cuidar a sus hermanos menores, su desempeño escolar puede ser afectado negativamente si, además, debe hacer tareas, agregándole tensiones que niños y jóvenes no debieran tener. El estrés infantil puede llegar a provocar una depresión prematura.
La educación de un niño no debe ser solo en el aspecto académico. Cada momento de su día puede convertirse en momento de aprendizaje no formal, ya sea aprendiendo a trabajar colaborativamente mientras juega futbol, desarrollando sus destrezas sociales mientras juega con otros niños o aprendiendo del uso cotidiano de la matemática mientras acompaña a su madre al supermercado. Por otro lado, las tareas en casa tienden a tener una perspectiva conductista, en vez de propiciar el aprendizaje constructivista mediante el descubrimiento, reforzando los paradigmas de la educación tradicional. Tanto estudiantes, padres y maestros deben dedicar más horas del día a realizar, apoyar o evaluar las tareas, contribuyendo al agotamiento que puede generar resultados contraproducentes. Por otro lado, es importante que los niños tengan tiempo de esparcimiento y relajación.
Tal y como expresé en mi artículo de la semana pasada, “el objetivo de la educación no debe ser graduar personas que conozcan muchas cosas y que puedan recitar muchos datos sin siquiera comprenderlos. Debe ser crear ciudadanos del futuro que puedan relacionar su aprendizaje con su contexto y aplicarlo en su vida para contribuir a formar mejores sociedades. La educación debe transformar a los estudiantes en personas pensantes, capaces de discernir, empáticas, que logran comunicarse adecuadamente y que logran buscar soluciones creativas a los problemas de la vida”. A esto agrego que la educación también debe producir personas felices.

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